Por Rosa María Ochoa

 

A finales de 2015 estaba por cambiarme de casa y tenía varias cosas para donar. Alguien me comentó sobre la tienda La Casi Nueva, donde se recibía ropa en buen estado como donación, así que un día fui a llevar mis cosas. Ahí me enteré de la existencia de Junior League de México (JLMC), que era una organización sin fines de lucro integrada por mujeres voluntarias. Me invitaron a una reunión próxima, y así fue como me hice voluntaria en Junior League México.

Me integré en el grupo de provisionales, donde por un año colaboran mujeres que quieren ser voluntarias y se capacitan en desarrollo e implementación de proyectos sociales.

En mi grupo éramos 4 provisionales y seguimos dos como voluntarias: mi amiga Pili Gil y yo. Pili es una talentosa pintora y de generoso corazón. Al terminar el curso de provisionales recibimos nuestro pañuelo rojo, que es insignia de las voluntarias en Junior League de México (JLMC).

Me integré al comité de comunicación, donde sigo después de una pausa de un año. Soy responsable junto con mi equipo de la creación del newsletter mensual, creación de contenido en redes y otros proyectos relacionados con la comunicación. Además soy secretaria del Consejo, encabezado por Kathy B, maravillosa y comprometida ciudadana.

Al principio no pensé que me quedaría tanto tiempo, porque estaba yo muy distraída con temas de trabajo y personales; pero fueron pasando los meses y descubrí un espacio de encuentro y desarrollo personal, donde he encontrado amigas entrañables y proyectos que ayudan a nuestro país.

 

Cuando fue el terremoto de 2017  me impresionó la respuesta de voluntarias que no conocía, pero que inmediatamente se reportaron a la liga (JLMC) para ver cómo podían ayudar. Nos organizamos rápidamente (porque para eso nos capacitan), y con mucho orden se armaron paquetes de lunch para los voluntarios que seguían ayudando en zonas como Xochimilco.

Voluntarias en los años 30.

Tengo la imagen de una voluntaria que se subió a la parte trasera de la moto de un repartidor encabezar la entrega de comida el mismo día de la tragedia. ¡Qué orgullo sentí de pertenecer a este grupo donde la ayuda se organizó tan rápidamente!

Me fui inspirando al conocer historias de voluntarias que han dejado huella de su trabajo desde 1930. Supe que JLMC trajo a México a Hellen Keller, que aquí se iniciaron proyectos de reciclaje, y ahora hay proyectos de sustentabilidad maravillosos. Que cada año, en alianza con una empresa farmacéutica, se premia a los proyectos de cuidado del medio ambiente más destacados en secundarias públicas.

En 2018 participé en la reunión anual de asociaciones de Junior League (AJLI) en Memphis, TN. Era de otro mundo, estar reunida en un evento con casi 5,000 mujeres de diferentes edades y formación, discutiendo diferentes formas de crear impacto desde sus comunidades. Me siento muy cómoda de trabajar con estructura, porque así aprendí durante el tiempo que trabajé para una empresa en Atlanta.

 

 

Además de compartir el evento con Mónica B (mi roomie) y con Marta Y quien era entonces presidenta de JLMC,  fue que sin saberlo, la speaker principal iba a ser Muniba Mazari, una chica de Pakistan a quien yo seguía por otros medios, y que es muy famosa por las charlas de superación personal que presenta. Ella quedó paralítica a partir de un accidente de auto. Me formé en la fila para saludarla con una enorme emoción.

Muniba Mazari
Fui la primera de la fila para tomarme una foto con Muniba Mazari

En momentos complicados que he vivido, mis amigas voluntarias han estado conmigo. Nunca olvidaré cómo Pili G me acompañó una tarde cuando estaba hecha pedacitos, o las palabras sensatas de Luz S que me dieron claridad para cambiar mi camino en el verano de 2020.

Durante la pandemia se manifestó la solidaridad entre voluntarias: tuvimos cursos en línea que nos fortalecieron en medio de tanta incertidumbre y se gestaron proyectos para entregar equipo de protección a médicos, y regalos a residentes en asilos de ancianos en situación vulnerable.

Gracias a la liga conocí a Adelaida Harrison y me adentré en el mundo del Eneagrama, que sigo estudiando; participé como coach en un proyecto llamado Mujer 360 y me sigo maravillando de conocer a voluntarias tan destacadas que siguen haciendo cambios en la sociedad desde sus espacios.

También compruebo que el mundo es un pañuelo y los 6 grados de separación son reales.

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